El otro día, en clase de Adquisición de segundas lenguas con la profesora Elisa Rosado, cometí un error. Además, fue una de esas situaciones en las que justo después de oírte, cuando ves la expresión de horror en la cara del profesor, pensé «he metido la pata hasta el fondo». Mi desafortunada aportación fue la siguiente: «porque alguien [referido a un aprendiente] que habla fatal…». Lo reconozco, ahora que lo leo me duele en los ojos y en el alma haberlo dicho. Pero lo dije y ya no hay vuelta atrás.En realidad, a lo que me refería era a una persona que tiene un nivel muy básico de una lengua (en este caso del español), pero eso no justifica que eligiese las palabras incorrectas.
Elisa Rosado me entendió perfectamente y, con mucha sorna, hizo hincapié que no podemos decir eso jamás. Ningún aprendiente de segunda lengua habla «mal», sino que su interlengua aún no se ha desarrollado y, por tanto, aún no se asemeja a la gramática interna que tiene un nativo de la lengua que está aprendiendo.
Me gustó mucho esta reformulación de mi desafortunada intervención porque lleva implícita la idea de mejora, de aprendizaje, de ir subiendo poco a poco y creciendo. Creo que esa sensación de desarrollo y de crecimiento es la que deberíamos transmitir a los alumnos, que sean capaces de ver de dónde vienen, lo que han aprendido y la meta a la que quieren llegar, porque resulta motivador ser consciente del proceso de aprendizaje y adquisición.
Y esa idea de ir creciendo también me gustaría llevarla a mi futura práctica docente.