Para acabar el curso FIDU del que he estado hablando en las últimas entradas, hemos tenido que realizar un portafolio final con una reflexión del trabajo realizado y todo lo aprendido. Este portafolio se compone de una reflexión escrita (adjunta a continuación), pero también incluye la valoración de la reflexión de las sesiones teóricas, el informe de visionado y el trabajo final, con el informe del tutor.
Categoría: Reflexiones durante mi formación
Una de las actividades formativas realizadas en el marco del curso FIDU fue la de grabar una de nuestras clases para después realizar un visionado con Judit Viñas, psicóloga que ha impartido también algunas de las sesiones que tuvimos durante el primer trimestre del curso.
La sesión que grabamos fue un seminario de la asignatura Lengua Española que se imparte en el primer curso del grado de Traducción e Interpretación en la Universidad Pompeu Fabra. Después de recibir la grabación, la formadora y yo lo visionamos juntas (aunque debo decir que yo ya lo había visto para buscar situaciones en las que le quisiera plantear dudas) y fuimos comentando aciertos y errores. Fue una sesión muy agradable, en la que fui consciente de algunos aspectos que debo tener presente para mejorar, pero también me sentí muy orgullosa al escuchar que hay otros que hago bien. Para el próximo curso, mi intención es retomar este informe con el objetivo de ir introduciendo poco a poco las recomendaciones de Judit, para lograr crecer como docente.
Tal y como comenté en la anterior entrada, en el marco del curso de FIDU que estoy realizando, he tenido que realizar una propuesta de mejora en alguna asignatura en la que estuviera implicada. Tras hablar con mi tutor, Diego Castro, acordamos que realizara un nuevo Plan Docente de la asignatura (PDA) «Taller de Expresión Oral», que durante el pasado curso impartí.
Ha sido un trabajo bastante exigente y que no doy por finalizado: creo necesario poner a prueba este nuevo PDA para poder ir ajustándolo a las necesidades de los estudiantes.
Propuesta de Plan Docente «Taller de Expresión Oral»
Informe de seguimiento del trabajo realizado por el tutor, Diego Castro:
En la asignatura de Procesos de aprendizaje de lenguas, que realizo como complemento a la formación en el doctorado, nos han pedido hacer un diario reflexivo visual y me ha parecido una buena ocasión para publicar algo en el blog, que está un poco dejado de lado.
La pregunta a la que tenemos que responder es: ¿Con qué imagen gráfica relacionarías en este momento la experiencia que has tenido hasta ahora como aprendiz en un aula de lengua extranjera? Aunque hace mucho tiempo que no aprendo ninguna lengua extranjera me voy a lanzar con esta imagen:
Siempre tuve la sensación de estar viendo en clase una lengua que no era la real, era una sombra de la comunicación viva, la que se usa en la calle. Yo tenía la intuición que lo que aprendía no era una idioma, sino aprendía una lengua extranjera adaptada a «lo que se supone que tenemos que ver en clase según el currículum». Actualmente, en mi experiencia profesional, intento pararme a veces y preguntarme a mí misma si estoy cayendo en los mismos vicios e intento no verme reflejada en esas clases en las que no se hablaba de comunicación, sino de estructuras que había que estudiar.
Llevo mucho tiempo sin escribir en el blog y, como no está bien haber perdido la constancia, voy a intentar retomar el hábito de escritura con el tema que ocupa en estos momentos el el 100% de mi energía intelectual: la memoria final de Máster.
Sí, ha llegado ese momento temido y ansiado en el que estoy leyendo y escribiendo como si no hubiese mañana. Me parece apropiado e interesante anotar algunas reflexiones, equivocaciones y miniconsejos que vayan surgiendo porque, nunca se sabe, tal vez le puedan resultar útiles a alguien en el futuro. Como mínimo, a mí me sirven para ordenar un poco ideas y, quién sabe, quizás cuando vaya dando detalles de cuál es mi tema en la memoria, también pueda recibir alguna ayuda o consejo (que serán muy bien recibidos).
Voy a empezar hablando de lo que es (o debería ser) el punto de partida de cualquier memoria final de Máster: el tema de interés. Hay gente a la que esta primera decisión les genera una gran ansiedad. Sin embargo, a mí no me ha supuesto ninguna gracias, en gran parte, al consejo que nos dio Joan-Tomàs Pujolà casi en la primera sesión del Máster: “apuntad cosas que os despierten curiosidad cuando estéis leyendo o en clase” (no sé si era esta la cita exacta, mi memoria selectiva solo recuerda la esencia). Puede parecer un poco precipitado hablar de la memoria final el primer día de clase, pero este consejo es de los mejores que se pueden dar. Yo anotaba todo una libretita que servía, a la vez, para escribir algunas ideas para el diario de aprendizaje que tuvimos que hacer en primero.
No es necesario que sean grandes reflexiones, sino preguntas de esas de las que te quedas con ganas de saber más, ideas que empiezas a relacionar en clase, conversaciones con los compañeros o en alguna de las miles de lecturas que tienes en las diferentes asignaturas. Yo diría aún más, si desde primero sabes que hay un campo de estudio que te interesa mucho, enfoca algunos (todos me parecería excesivo) de los trabajos de las asignaturas a investigar o a probar cosas relacionadas con es tema. Habrás leído mucho sobre el campo, habrás tenido la oportunidad de hacer pequeños experimentos o hipótesis y estarás mucho más centrado cuando llegue la hora de realizar la memoria. Esto es algo que yo no hice y de lo que me arrepiento.
Tampoco se acaba el mundo si no aprovechas los trabajos de primero para orientar tu memoria final del Máster. Algunos, como yo, hemos utilizado estos trabajos para explorar y descubrir cuáles son nuestros intereses. Supongo que esto depende de tu experiencia y tus conocimientos previos al Máster. Cuando yo empecé estaba bastante perdida y, por tanto, necesité esos trabajos para explorar y aprender otras cosas que quizás otros compañeros ya tenían asumidos previamente.
Un punto también importante es algo que he mencionado un poco por encima y es que el tema tiene que despertarte bastante curiosidad, algunos incluso dirían pasión. Tanta como para que no te importe pasarte cuatro meses (o más) leyendo y escribiendo sobre el mismos tema. Porque, si no (y aún así, yo diría), habrá un momento en el que el tema te cansará y dejarás de verle sentido.
El campo que a mí me interesa (y sobre el que estoy haciendo al final la memoria) es el de las estrategias comunicativas y la competencia conversacional; pero también me he planteado otros (muy generales también, disculpad la imprecisión) como la evaluación en la enseñanza por tareas o la adquisición de los sistemas de cambios de turno en la conversación. Reconozco que así formulados una se da cuenta de lo generales que son, pero no dejan de cumplir su misión: ser un pequeño hilo del que poder ir tirando y tirando hasta llegar a eso que se va a transformar en nuestro tema de investigación.
En esta última entrada de valoración del periodo de prácticas, voy a hacer una valoración más general de lo que creo que he aprendido y lo que me falta por aprender.
Pese a la experiencia tan positiva, también soy consciente de que hay muchas otras cosas que debo mejorar. En primer lugar, creo que me falta mucha práctica a la hora de temporizar y secuenciar las actividades: si observo la evolución que fue sufiendo la programación, veo que hay muchas actividades programadas que finalmente no se realizaron (descripción del rincón favorito de Barcelona, trabajo del texto “Instrucciones para cantar” de Cortázar, etc.). Tendimos a programar más actividades de las que se podían realizar en una sesión y nuestra planificación se fue moviendo a lo largo de los días y fuimos eliminando actividades que consideramos más repetitivas. Sin embargo, creo que el hecho de haber planificado tanto y haber reflexionado al respecto de estas actividades fue lo que nos sirvió precisamente para adaptar las programaciones a medida que iban avanzando las sesiones. Sin esta reflexión y este trabajo previo de revisar actividades y ver qué nos convenía en cada caso no habríamos sido capaces de seleccionar y reaccionar tan rápido los cambios que el grupo nos pedía a medida que avanzaban las sesiones.
Otro de los asuntos que me siguen preocupando y que creo que me falta completar en mi formación es el que se me planteaba en la primera sesión de prácticas: cómo gestionar los distintos niveles en el aula. Pese a que creo que fuimos trabajando mejor en este aspecto, también me preocupa el hecho de avanzar en contenidos cuando hay miembros del grupo que aún no los han podido “digerir”. Y al revés, tampoco podemos detener la programación si parte del grupo ya está necesitando nuevos contenidos. También debo decir que en este caso hemos disfrutado de una situación privilegiada, ya que éramos 3 profesores en el aula y eso nos ha permitido dividir la atención y realizar actividades en la que media clase trabajaba con un profesor respectivamente, pudiendo personalizar mucho más la enseñanza y dar una atención más individual. Leyendo al respecto en Williams y Burden (1997:103), se comenta:
“todo el campo de las diferencias individuales está lleno de preguntas no contestadas. […] consideramos que se requiere un enfoque totalmente distinto, un enfoque que se centre en la contribución única de cada individuo a la situación de aprendizaje y en la forma en que puede colaborar el profesor para conseguir un aprendizaje más eficaz.”
De esto se desprende que no puedo aspirar a encontrar una fórmula que me ayude a afrontar este tipo de diferencias en el aula, sino que en cada caso debo intentar buscar una solución adecuada e individualizada.
Respecto a conceptos teóricos trabajados durante los meses de formación en el Máster me ha agradado poder observar de primera mano cómo se va construyendo el aprendizaje de forma colaborativa. Por ejemplo, en la sesión del día 6 de abril el grupo se fue ayudando cuando algún contenido no estaba claro. Asimismo, en el vídeo adjunto de la sesión del día 7 de abril se puede observar como un compañero ayuda a una alumna a expresar su pregunta, que a mí no me había quedado clara.
Finalmente, algo que me ha ayudado mucho a la hora de ir mejorando durante estos 9 días de docencia han sido las sesiones de retroalimentación que hemos tenido con nuestra tutora tras cada sesión. Estas han sido importantes no solo por la valiosa información que hemos recibido, sino también por el enfoque seguimos para realizarlas. Desde un principio nuestra tutora insistió en que debíamos fijarnos en lo que debíamos mejorar, sí, pero también en aquello que hacíamos bien para seguir haciéndolo y para saber por qué funcionaba. Creo que esta manera de enfocar las autoevaluaciones es muy útil, ya que como docentes tendemos a fijarnos solo en lo que no funciona en el aula y restar importancia a lo que sí que funciona, cosa que nos puede causar frustración. Sin embargo, sí bifocalizamos nuestra atención, podremos explotar aquello que nos funciona bien en aula e intentar mejorar nuestros puntos más débiles para lograr una mejor y más exitosa enseñanza.
Sin duda una, uno de los factores que ha hecho que estas prácticas hayan sido tan provechosas ha sido la ayuda de nuestra tutora, María Rodríguez. Desde un primer momento, María Rodríguez nos ha guiado y ayudado cuando realizábamos la programación y los planes de clase, aportando ideas y sugerencias para mejorar, pero a la vez dejándonos la libertad de proponer y de arriesgar.
Si bien considero que he aprendido en este mes, también creo que nos hemos dejado muchas cosas en el tintero, ya que es imposible poder aplicar todo lo que has aprendido a la vez. Es por ello que no puedo dejar de tener la sensación de que solamente 9 días de docencia compartida no son suficientes para poder poner en práctica todo lo que hemos ido aprendiendo. Me gustaría que estas prácticas hubiesen durado más, que hubiésemos podido trabajar con diferentes grupos e, incluso niveles, para poder enfrentarnos a diferentes situaciones y poder tomar diferentes decisiones que nos ayuden a ir mejorando y a poder tener una visión lo más amplia posible de la práctica docente.
Sin duda, si tuviese que elegir solo uno de los aprendizajes realizados en el mes de prácticas, me quedaría con una idea que nos ha transmitido nuestra tutora desde el inicio de las mismas: que no hay buenas o malas opciones, hay decisiones. Es decir, que una vez nos encontramos en el aula nuestras propuestas pueden tener mayor o menor éxito, pero en todo momento debemos saber, haber reflexionado y ser conscientes de por qué hemos tomado esa decisión y por qué no otra. Es mediante esta toma decisiones cómo podemos lograr ir mejorando en nuestra práctica docente y ayudar, por tanto, a que nuestros alumnos en su aprendizaje.
Si en las dos primeras entradas hablé de las personas que han estado implicadas en estas prácticas y de la planificación de las mismas, ahora me gustaría hacer una entrada más global en la que voy a intentar recoger todo lo que siento que he aprendido durante las prácticas en la EOI de Vall d’Hebron. Pensaba realizar una sola entrada, pero como me ha quedado muy larga, he decido dividirla en otras dos entradas: una en la que hago un repaso día a día y otra en la hablo de aspectos más generales y realizo una conclusión. Es decir, en total, habrá cuatro entradas de valoración del periodo de prácticas.
Probablemente, el practicum representa el periodo formativo más intenso desde que empecé el Máster: tengo la sensación de haber aprendido más en este mes que en todo este curso. Soy consciente de que es una sensación falsa, puesto que sin todo el conocimiento adquirido durante el curso no habría podido aprovechar tanto el practicum. Eso sí, soy consciente de que esta intensidad se quedaría en nada si no hubiese hecho una reflexión diaria y final de qué he aprendido, en qué siento que he mejorado y en qué creo que aún tengo que mejorar.
Durante el periodo de observaciones nuestra tutora, María Rodríguez, intentó que empezásemos a realizar tareas en el aula: aclarábamos dudas cuando realizaban alguna actividad o nos hacía partícipes de las conversaciones que tenían lugar en el aula. Esto hizo que los alumnos nos dejasen de ver como a unos extraños, para empezar a vernos como unos docentes más en el aula. Además, los días 28 y 29 de abril realizamos team-teaching, es decir, tanto Joan Aznar como yo dimos las instrucciones de actividades que había programado nuestra tutora. Esta primera aproximación nos ayudó a perder el miedo a ponernos delante de clase, ya que estábamos presentando una actividad que sabíamos que funcionaría y estábamos respaldados por María Rodríguez. Esta primera experiencia también nos hizo tomar conciencia de aspectos como la proxemia o el control de la voz.
Nos repartimos de forma alterna las sesiones que impartimos, pero el día 14 de abril decidimos dar la sesión conjuntamente. El día 31 de marzo fue mi primer día de clase. Este día no pudo asistir nuestra tutora puesto que se encontraba en el Congreso de Escuelas Oficiales de Idiomas, en Madrid. Fue una sesión orientada a la comprensión lectora y al trabajo del léxico, en la que activamos conocimientos previos sobre el vocabulario para describir ciudades y trabajamos estrategias como deducir el contenido de un texto a partir de un título. En esta sesión se me plantea por primera vez una dificultad al ver que algunos alumnos necesitan mucho más tiempo que otros: ¿cómo gestionar que media clase haya terminado y la otra media no haya acabado de leer la mitad del texto?
El día 4 de abril le tocó el turno a mi compañero de prácticas, día al que sí pudo asistir María Rodríguez. Nuestra tutora nos propuso una idea muy interesante que había visto en el Congreso: se trataba de crear una “nevera” en clase, es decir, a lo largo de la sesión los alumnos irían anotando dudas y las pondríamos en espera de ser respondidas. Esto resultó ser muy útil por varios motivos: en primer lugar, nos creaba una sensación de tranquilidad al saber que podríamos prepararnos preguntas que no esperásemos; en segundo lugar, nos permitía no cortar el flujo de la clase con preguntas que estuviesen relacionadas con lo trabajado en la sesión; y, en tercer lugar, los alumnos sabían que las preguntas que no se respondían en ese momento iban a ser respondidas en las sesiones siguientes.
El día 5 de abril, en el que vuelvo a realizar la clase, tuve la sensación de que mejoraba mi control del espacio y me dirigí mejor a todo el grupo. Además, como ya éramos conscientes de que había alumnos que requerían más atención que otros, cuando alguno de estos alumnos nos reclamaba, el otro profesor (en este caso, Joan, pero en otras sesiones se dio la situación a la inversa) apoyaba enla gestión del aula.
El día 7 de abril, que junto con el 14 de abril fueron los días en los que más cómoda me sentí en el aula, controlé bien el espacio del aula y gestioné bien el tiempo. Se trataba de una clase en la que en la primera parte hacíamos un trabajo más enfocado a un tema gramatical (sin perder de vista el objetivo lingüístico) y en la segunda parte se trabajó el tema gramatical principal de todas las sesiones (las oraciones de relativo) pero desde un enfoque estratégico (el uso de las oraciones de relativo para suplir una carencia léxica). En mi opinión, hubo una buena combinación de agrupaciones (en parejas, en grupos, individual, toda la clase) y de actividades más reflexivas a otras más comunicativas.
La sesión del 12 de abril, en cambio, sufrió de tener muchas actividades que se realizaban de forma individual, sobre todo en la parte central de la clase. Además, en la última actividad no di las instrucciones de forma clara. Pese a esto, sí que se vio claramente cuál era el objetivo lingüístico de la sesión y tuve un buen control del tiempo y del espacio.
Finalmente, la sesión del 14 de abril, dedicada al 80ª aniversario de la proclamación de la II República e impartida conjuntamente entre Joan Aznar y yo, resultó una sesión muy completa, ya que trabajamos contenidos lingüísticos, de aprendizaje y, por supuesto, culturales. Esta fue una sesión especial para nosotros puesto que habíamos creado todos los materiales (textos, búsqueda de vídeos, trabajo de léxico, etc.) para la sesión y la afrontamos con mucha ilusión. En mi opinión, fue una sesión que interesó mucho a los alumnos, puesto que tratamos los contenidos desde un punto de vista más social que histórico (haciendo hincapié en la situación social), y se trabajó en todo momento con un enfoque cooperativo. Por ejemplo, los alumnos solo podían preguntar dudas léxicas si entre todos los integrantes del grupo no habían sido capaces de deducir el significado de dicha palabra. Otro aspecto interesante de esta sesión es que intentamos integrar todas las destrezas: empezamos por una comprensión oral para tener una idea global de la II República, luego trabajaron la comprensión escrita con textos especializados en un tema que tenían que resumir en unas notas (expresión escrita). Finalmente y trabajando la interacción oral, debían explicar su texto a otros compañeros en pequeños grupos.
Tras una primera entrada en la que hablé de las personas que han estado implicadas en este periodo de prácticas, me gustaría dedicar esta segunda entrada a la planificación de las clases. Empezamos nuestras sesiones organizativas con las tutoras el 23 de febrero, es decir, casi un mes antes de empezar el periodo de prácticas. En esta primera sesión se nos comentó qué haríamos en las cuatro semanas de prácticas (una semana de observación, otra de team-teaching y dos semanas para que nosotros impartiésemos las clases) y se nos presentó el contenido que teníamos que trabajar durante las 2 semanas que impartiríamos clases.
Los contenidos que nos asignaron fueron el discurso descriptivo y el instruccional. Empezaríamos con la descripción de ciudades, trabajando contenidos léxicos, el uso de las oraciones relativas y de los participios con función de adjetivos; para pasar a describir objetos, con una clara intención de trabajar la competencia estratégica; y, una vez hemos descrito estos objetos, podríamos pasar a explicar su funcionamiento. Estos contenidos se nos presentaron como un reto, sobre todo los contenidos gramaticales que teníamos que trabajar. Sin embargo, empezamos a organizar y a ordenar por días estos objetivos y contenidos para la siguiente sesión, que tuvo lugar el día 4 de marzo. Además, decidimos que el último día de prácticas, que coincidía con el 80º aniversario de la proclamación de la II República trabajaríamos este hecho histórico en clase.
A continuación, fuimos planteando la secuencia concretando más: día a día fuimos planeando actividades, contenidos y objetivos. También pensamos con qué dinámicas queríamos trabajar las actividades y cuál sería nuestro papel en cada una de ellas. Por supuesto, como nunca habíamos planificado actividades para una situación real de clase, no supimos calcular bien el tiempo que le dedicábamos a cada actividad, así que la ayuda de nuestra tutora para “limpiar” la planificación fue esencial. Para ayudarnos en nuestra planificación, tuvimos dos reuniones más con ella antes de empezar las prácticas y, además, cuando ya empezó nuestro periodo de docencia fuimos analizando con más detalle los días a medida que se acercaban.
Además de realizar esta planificación más longitudinal, que se extendía durante los 9 días que íbamos a impartir clase, trabajamos realizando planes de clase para cada uno de estos días. En él, además de anotar cada una de las actividades que pensábamos realizar, añadimos la secuenciación de cada actividad, cómo la presentaríamos, posibles dudas o preguntas que podrían surgir, agrupaciones de los alumnos, etc. Esto resultó ser muy útil en el aula, porque, al estar tan pautado, te permitía alterarlo a medida que fuese avanzando la clase (si los alumnos estaban cansados o aburridos de un tipo de actividad, se el tiempo se te había escurrido y no te iba a dar tiempo de acabarlo todo y tenías que dar prioridad a alguna actividad…). Además, a mí personalmente me sirvió para irme apuntando caritas sonrientes o tristes si creía que la actividad había dado el resultado que esperaba o no, así como notas con comentarios.
Estas notas me resultaban muy útiles en las pequeñas reuniones de retroalimentación que hacíamos con la tutora tras cada clase, el último paso de nuestra planificación. Si bien no se trataba de planificar, puesto que ya habíamos dado la clase, al revisar la planificación de ese día y ver cómo habían resultado las actividades aprendimos mucho que nos sirvió para los días que vinieron a continuación.
Ahora, una vez finalizadas las prácticas, toca la parte más dura y pesada de todas (no tengo palabras para contar la pereza que me da): revisar esta planificación de nuevo y dejar una versión final de cómo fueron las clases en realidad, para poderla comparar en la memoria con la inicial. Creo que una vez está realizada esta versión final, será muy interesante comparar en papel y con tiempo todos los cambios, pero eso será más adelante.
El pasado jueves 14 de abril finalicé mi periodo de prácticas en la Escuela Oficial de Idiomas de Vall d’Hebron y reconozco que solo tengo buenas palabras para esta experiencia. Si bien no todo empezó con buen pie (se dieron algunos problemas de organización en la universidad y nos asignaron otro centro al que finalmente no hemos ido), en este momento solo puedo valorar positivamente este periodo de mi formación. Pese a que esta es una valoración personal de este periodo, en algunos momentos hablaré en plural puesto que he compartido estas prácticas con mi compañero de Máster Joan Aznar. Y si estas prácticas me han dejado tan buen sabor de boca ha sido, en gran parte, gracias a él.
En esta primera parte voy a hablar de las personas implicadas en las prácticas, luego realizaré una segunda y una tercera entrada en las que hablaré del proceso de planificación y de lo que considero que he aprendido, respectivamente. En Vall d’Hebron nos ha tutorizado María Rodríguez y hemos tenido la oportunidad de trabajar con un 4º curso. Estos dos puntos (la tutora y el grupo) son los grandes “culpables”, en mi opinión, de que todo haya ido sobre ruedas.
Desde un primer momento, María Rodríguez nos ha guiado y ayudado cuando realizábamos la programación y los planes de clase, aportando ideas y sugierencias para mejorar, pero a la vez dejándonos la libertad de proponer y de arriesgar. Personalmente, he apreciado mucho este seguimiento porque, aunque ha significado mucho trabajo para mi compañero, para nuestra tutora y para mí, nos ha dado la tranquilidad necesaria cuando te enfrentas a una clase por primera vez. Al tener una planificación muy revisada y muy trabajada, hemos podido concentrarnos en nuestra proxemia, en el control del tiempo y del aula, en atender mejor a los alumnos y, lo que es más importante, hemos podido prever con qué preguntas podían asaltarnos nuestros alumnos. Además, al finalizar cada una de las clases nos ha dado una retroalimentación que, en mi opinión, ha sido muy valiosa y que siempre ha estado enfocada desde un punto de vista «positivo»: intentando ver qué hemos hecho bien y cómo podríamos mejorar las clases.
El grupo con el que hemos trabajado está en el 4º curso, es decir, está empezando el B2, cosa que nos facilitaba la interacción con ellos. Es un grupo de procendencias muy dispares y de edades variadas, aunque en su mayoría estaban entre los 20 y los 40 años. En general, se trataba de personas con muy buena predisposición en el aula, atentos, participativos y con ganas de trabajar. Se notaba mucho que tienen mucho interés en aprender y que saben que para aprender tienen que poner de su parte. Esto ha facilitado mucho el trabajo de mi compañero y mío: hemos sentido que podíamos proponerles muchos tipos de actividades y de agrupaciones y, en general, han respondido bien a todas. Además, han sido pacientes y nos han permitido nuestro tiempo para responder preguntas y para reflexionar.