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Valoración del periodo de prácticas en la EOI de Vall d’Hebron (III)

Si en las dos primeras entradas hablé de las personas que han estado implicadas en estas prácticas y de la planificación de las mismas, ahora me gustaría hacer una entrada más global en la que voy a intentar recoger todo lo que siento que he aprendido durante las prácticas en la EOI de Vall d’Hebron. Pensaba realizar una sola entrada, pero como me ha quedado muy larga, he decido dividirla en otras dos entradas: una en la que hago un repaso día a día y otra en la hablo de aspectos más generales y realizo una conclusión. Es decir, en total, habrá cuatro entradas de valoración del periodo de prácticas.

Probablemente, el practicum representa el periodo formativo más intenso desde que empecé el Máster: tengo la sensación de haber aprendido más en este mes que en todo este curso. Soy consciente de que es una sensación falsa, puesto que sin todo el conocimiento adquirido durante el curso no habría podido aprovechar tanto el practicum. Eso sí, soy consciente de que esta intensidad se quedaría en nada si no hubiese hecho una reflexión diaria y final de qué he aprendido, en qué siento que he mejorado y en qué creo que aún tengo que mejorar.

Durante el periodo de observaciones nuestra tutora, María Rodríguez, intentó que empezásemos a realizar tareas en el aula: aclarábamos dudas cuando realizaban alguna actividad o nos hacía partícipes de las conversaciones que tenían lugar en el aula. Esto hizo que los alumnos nos dejasen de ver como a unos extraños, para empezar a vernos como unos docentes más en el aula. Además, los días 28 y 29 de abril realizamos team-teaching, es decir, tanto Joan Aznar como yo dimos las instrucciones de actividades que había programado nuestra tutora. Esta primera aproximación nos ayudó a perder el miedo a ponernos delante de clase, ya que estábamos presentando una actividad que sabíamos que funcionaría y estábamos respaldados por María Rodríguez. Esta primera experiencia también nos hizo tomar conciencia de aspectos como la proxemia o el control de la voz.

Nos repartimos de forma alterna las sesiones que impartimos, pero el día 14 de abril decidimos dar la sesión conjuntamente. El día 31 de marzo fue mi primer día de clase. Este día no pudo asistir nuestra tutora puesto que se encontraba en el Congreso de Escuelas Oficiales de Idiomas, en Madrid. Fue una sesión orientada a la comprensión lectora y al trabajo del léxico, en la que activamos conocimientos previos sobre el vocabulario para describir ciudades y trabajamos estrategias como deducir el contenido de un texto a partir de un título. En esta sesión se me plantea por primera vez una dificultad al ver que algunos alumnos necesitan mucho más tiempo que otros: ¿cómo gestionar que media clase haya terminado y la otra media no haya acabado de leer la mitad del texto?

El día 4 de abril le tocó el turno a mi compañero de prácticas, día al que sí pudo asistir María Rodríguez. Nuestra tutora nos propuso una idea muy interesante que había visto en el Congreso: se trataba de crear una “nevera” en clase, es decir, a lo largo de la sesión los alumnos irían anotando dudas y las pondríamos en espera de ser respondidas. Esto resultó ser muy útil por varios motivos: en primer lugar, nos creaba una sensación de tranquilidad al saber que podríamos prepararnos preguntas que no esperásemos; en segundo lugar, nos permitía no cortar el flujo de la clase con preguntas que estuviesen relacionadas con lo trabajado en la sesión; y, en tercer lugar, los alumnos sabían que las preguntas que no se respondían en ese momento iban a ser respondidas en las sesiones siguientes.

El día 5 de abril, en el que vuelvo a realizar la clase, tuve la sensación de que mejoraba mi control del espacio y me dirigí mejor a todo el grupo. Además, como ya éramos conscientes de que había alumnos que requerían más atención que otros, cuando alguno de estos alumnos nos reclamaba, el otro profesor (en este caso, Joan, pero en otras sesiones se dio la situación a la inversa) apoyaba enla gestión del aula.

El día 7 de abril, que junto con el 14 de abril fueron los días en los que más cómoda me sentí en el aula, controlé bien el espacio del aula y gestioné bien el tiempo. Se trataba de una clase en la que en la primera parte hacíamos un trabajo más enfocado a un tema gramatical (sin perder de vista el objetivo lingüístico) y en la segunda parte se trabajó el tema gramatical principal de todas las sesiones (las oraciones de relativo) pero desde un enfoque estratégico (el uso de las oraciones de relativo para suplir una carencia léxica). En mi opinión, hubo una buena combinación de agrupaciones (en parejas, en grupos, individual, toda la clase) y de actividades más reflexivas a otras más comunicativas.

La sesión del 12 de abril, en cambio, sufrió de tener muchas actividades que se realizaban de forma individual, sobre todo en la parte central de la clase. Además, en la última actividad no di las instrucciones de forma clara. Pese a esto, sí que se vio claramente cuál era el objetivo lingüístico de la sesión y tuve un buen control del tiempo y del espacio.

Finalmente, la sesión del 14 de abril, dedicada al 80ª aniversario de la proclamación de la II República e impartida conjuntamente entre Joan Aznar y yo, resultó una sesión muy completa, ya que trabajamos contenidos lingüísticos, de aprendizaje y, por supuesto, culturales. Esta fue una sesión especial para nosotros puesto que habíamos creado todos los materiales (textos, búsqueda de vídeos, trabajo de léxico, etc.) para la sesión y la afrontamos con mucha ilusión. En mi opinión, fue una sesión que interesó mucho a los alumnos, puesto que tratamos los contenidos desde un punto de vista más social que histórico (haciendo hincapié en la situación social), y se trabajó en todo momento con un enfoque cooperativo. Por ejemplo, los alumnos solo podían preguntar dudas léxicas si entre todos los integrantes del grupo no habían sido capaces de deducir el significado de dicha palabra. Otro aspecto interesante de esta sesión es que intentamos integrar todas las destrezas: empezamos por una comprensión oral para tener una idea global de la II República, luego trabajaron la comprensión escrita con textos especializados en un tema que tenían que resumir en unas notas (expresión escrita). Finalmente y trabajando la interacción oral, debían explicar su texto a otros compañeros en pequeños grupos.

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Valoración del periodo de prácticas en la EOI de Vall d’Hebron (II)

Tras una primera entrada en la que hablé de las personas que han estado implicadas en este periodo de prácticas, me gustaría dedicar esta segunda entrada a la planificación de las clases. Empezamos nuestras sesiones organizativas con las tutoras el 23 de febrero, es decir, casi un mes antes de empezar el periodo de prácticas. En esta primera sesión se nos comentó qué haríamos en las cuatro semanas de prácticas (una semana de observación, otra de team-teaching y dos semanas para que nosotros impartiésemos las clases) y se nos presentó el contenido que teníamos que trabajar durante las 2 semanas que impartiríamos clases.

Los contenidos que nos asignaron fueron el discurso descriptivo y el instruccional. Empezaríamos con la descripción de ciudades, trabajando contenidos léxicos, el uso de las oraciones relativas y de los participios con función de adjetivos; para pasar a describir objetos, con una clara intención de trabajar la competencia estratégica; y, una vez hemos descrito estos objetos, podríamos pasar a explicar su funcionamiento. Estos contenidos se nos presentaron como un reto, sobre todo los contenidos gramaticales que teníamos que trabajar. Sin embargo, empezamos a organizar y a ordenar por días estos objetivos y contenidos para la siguiente sesión, que tuvo lugar el día 4 de marzo. Además, decidimos que el último día de prácticas, que coincidía con el 80º aniversario de la proclamación de la II República trabajaríamos este hecho histórico en clase.

A continuación, fuimos planteando la secuencia concretando más: día a día fuimos planeando actividades, contenidos y objetivos. También pensamos con qué dinámicas queríamos trabajar las actividades y cuál sería nuestro papel en cada una de ellas. Por supuesto, como nunca habíamos planificado actividades para una situación real de clase, no supimos calcular bien el tiempo que le dedicábamos a cada actividad, así que la ayuda de nuestra tutora para “limpiar” la planificación fue esencial. Para ayudarnos en nuestra planificación, tuvimos dos reuniones más con ella antes de empezar las prácticas y, además, cuando ya empezó nuestro periodo de docencia fuimos analizando con más detalle los días a medida que se acercaban.

Además de realizar esta planificación más longitudinal, que se extendía durante los 9 días que íbamos a impartir clase, trabajamos realizando planes de clase para cada uno de estos días. En él, además de anotar cada una de las actividades que pensábamos realizar, añadimos la secuenciación de cada actividad, cómo la presentaríamos, posibles dudas o preguntas que podrían surgir, agrupaciones de los alumnos, etc. Esto resultó ser muy útil en el aula, porque, al estar tan pautado, te permitía alterarlo a medida que fuese avanzando la clase (si los alumnos estaban cansados o aburridos de un tipo de actividad, se el tiempo se te había escurrido y no te iba a dar tiempo de acabarlo todo y tenías que dar prioridad a alguna actividad…). Además, a mí personalmente me sirvió para irme apuntando caritas sonrientes o tristes si creía que la actividad había dado el resultado que esperaba o no, así como notas con comentarios.

Estas notas me resultaban muy útiles en las pequeñas reuniones de retroalimentación que hacíamos con la tutora tras cada clase, el último paso de nuestra planificación. Si bien no se trataba de planificar, puesto que ya habíamos dado la clase, al revisar la planificación de ese día y ver cómo habían resultado las actividades aprendimos mucho que nos sirvió para los días que vinieron a continuación.

Ahora, una vez finalizadas las prácticas, toca la parte más dura y pesada de todas (no tengo palabras para contar la pereza que me da): revisar esta planificación de nuevo y dejar una versión final de cómo fueron las clases en realidad, para poderla comparar en la memoria con la inicial. Creo que una vez está realizada esta versión final, será muy interesante comparar en papel y con tiempo todos los cambios, pero eso será más adelante.

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Trampolín vs. corsé

Hoy, en clase de Metodología III, el profesor Ernesto Martín Peris ha dicho algo que me ha resultado muy inspirador: “el programa es un trampolín y no un corsé”.

Creo que estas dos metáforas ilustran muy bien lo que nos estaba intentando explicar: que, si bien es necesario planificar las clases para que funcionen óptimamente, hay que estar abierto a “imprevistos”. Durante las tareas van surgiendo necesidades de contenido y de forma que los alumnos quieren solventar. Estas se deben afrontar como necesidades de aprendizaje y, además, se trata de necesidades que tenemos que trabajar, puesto que se dan en un contexto significativo, es decir, al alumno en ese momento le preocupa cómo se dice eso que quiere comunicar y le preocupa retenerlo y adquilirlo, porque en esa situación ve sentido al aprendizaje de ese exponente lingüístico.

Como docentes, creo que tenemos que ser flexibles y estar abiertos a estos “cambios de tema” y, sobre todo, estar preparados para ellos. Ya que no podemos prever todo lo que puede surgir en clase, al menos sí que deberíamos buscar recursos para que esa necesidad que pueda surgir no se quede sin respuesta. Y, ante todo, no tener la sensación de que nos están «chafando» la planificación, sino estar contentos de que los alumnos tengan ganas de explorar y buscar nuevas formas de expresarse.