Hoy, en clase de Metodología III, el profesor Ernesto Martín Peris ha dicho algo que me ha resultado muy inspirador: “el programa es un trampolín y no un corsé”.
Creo que estas dos metáforas ilustran muy bien lo que nos estaba intentando explicar: que, si bien es necesario planificar las clases para que funcionen óptimamente, hay que estar abierto a “imprevistos”. Durante las tareas van surgiendo necesidades de contenido y de forma que los alumnos quieren solventar. Estas se deben afrontar como necesidades de aprendizaje y, además, se trata de necesidades que tenemos que trabajar, puesto que se dan en un contexto significativo, es decir, al alumno en ese momento le preocupa cómo se dice eso que quiere comunicar y le preocupa retenerlo y adquilirlo, porque en esa situación ve sentido al aprendizaje de ese exponente lingüístico.
Como docentes, creo que tenemos que ser flexibles y estar abiertos a estos “cambios de tema” y, sobre todo, estar preparados para ellos. Ya que no podemos prever todo lo que puede surgir en clase, al menos sí que deberíamos buscar recursos para que esa necesidad que pueda surgir no se quede sin respuesta. Y, ante todo, no tener la sensación de que nos están «chafando» la planificación, sino estar contentos de que los alumnos tengan ganas de explorar y buscar nuevas formas de expresarse.