Hoy, en clase de Metodología III, el profesor Ernesto Martín Peris ha dicho algo que me ha resultado muy inspirador: “el programa es un trampolín y no un corsé”.
Creo que estas dos metáforas ilustran muy bien lo que nos estaba intentando explicar: que, si bien es necesario planificar las clases para que funcionen óptimamente, hay que estar abierto a “imprevistos”. Durante las tareas van surgiendo necesidades de contenido y de forma que los alumnos quieren solventar. Estas se deben afrontar como necesidades de aprendizaje y, además, se trata de necesidades que tenemos que trabajar, puesto que se dan en un contexto significativo, es decir, al alumno en ese momento le preocupa cómo se dice eso que quiere comunicar y le preocupa retenerlo y adquilirlo, porque en esa situación ve sentido al aprendizaje de ese exponente lingüístico.
Como docentes, creo que tenemos que ser flexibles y estar abiertos a estos “cambios de tema” y, sobre todo, estar preparados para ellos. Ya que no podemos prever todo lo que puede surgir en clase, al menos sí que deberíamos buscar recursos para que esa necesidad que pueda surgir no se quede sin respuesta. Y, ante todo, no tener la sensación de que nos están «chafando» la planificación, sino estar contentos de que los alumnos tengan ganas de explorar y buscar nuevas formas de expresarse.
2 respuestas a «Trampolín vs. corsé»
Estoy contigo, pero es difícil no encorsetarse cuando la universidad te pide que hagas una guía docente con programación semanal de las clases y te pide que se lo dejes muy claro a los alumnos (lo cual quiere decir, parafraseando a las pelis americanas, que «todo lo que diga podrá usarse en su contra»).
Supongo que tendré que aprender a hacer guías docentes más genéricas, que den información pero no encorseten demasiado.
Carlos, más que ser flexible en las programaciones curriculares (que sí que creo que hay que guardarse un as en la manga), hablaba más de la programación diaria, del esquema que tienen todos los profesores en mente cuando entran en clase, para que luego no nos pase eso de «¿ahora viene este alumno preguntándome esto que no viene a cuento?» (léase con tonito de mala leche), sino que, por el contrario, sepamos verlo como una oportunidad de aprendizaje significativo.